Los cuentos de Rubén González estructuran su peripecia a partir de la oposición entre la versión pública de los hechos, lo que posiblemente dirán los medios de comunicación institucionalizados, y la versión privada, que origina el caso. Esta dicotomía se hace cargo, por una parte, de la distinción básica entre el discurso denotativo y referencial y el discurso connotativo y autorreferencial, cuyos términos divergentes son en este caso el “informativo” noticioso y el cuento, actualiza, en el plano de la ficción, la oposición entre apariencia y realidad, pone al descubierto el divorcio radical entre una concepción institucionalizada, aparentemente lógica del mundo, y el orden problemático, irracional o absurdo, que gobierna las conductas anónimas de los habitantes.