Fusil en mano, observó atentamente antes de avanzar. El monte espeso había sido un aliado, pero también podía convertirse en una trampa. Volvió a detenerse y de nuevo observó, la inmensidad de la montaña solo era acompañada por el silencio.
Sus pisadas dejaban huellas en la nieve, pero no le importó. Debía cubrir el punto de contacto y sus manos mantenían firme el fusil. Esta vez la selva era una curiosa mezcla de verde y blanco, en la que a veces podía escuchar el ruido de un copo de nieve cayendo entre las ramas.
El arma estaba en posición de ráfaga. Dio otro paso y se detuvo. Su mano izquierda apretaba con seguridad el fusil mientras el índice de su mano derecha acariciaba el disparador.