El vehículo se detuvo. Los jóvenes descendieron cautelosamente y observaron. El silencio y una brisa leve completaban el panorama dominado por la oscuridad de la noche.
Rápidamente uno de ellos trasladó el lanzacohetes hasta un pequeño accidente del terreno. Otro los acompañaba de cerca y un tercero permanecía atento, empuñando un fusil Aka.
A lo lejos se escuchaba levemente el rumor de la gran ciudad.
Uno de los jóvenes se ubicó de tal forma que pudiera observar por la mirilla. A unos cincuenta metros, el hangar que cobijaba los vehículos militares.
No se observaba ningún centinela, como habían comprobado en la etapa de chequeo.